Árbol seco, árbol verde.
Siempre, cuando voy a pescar por este lugar, lo primero que me salta a la vista es un árbol seco y al lado, como atrapado en un espejo mágico, otro verde y hermoso, como si fuese el mismo en otro tiempo. No trato de confrontar realidades, es que me conmueve la escena y no se cual es el que más lo motiva.
La vida, la muerte, la vida y la muerte van de la mano, juntas las dos, ahora y antes, vida y muerte. Nada es para siempre.
Seguro que pugnó por ser el más alto y frondoso, pero ahora está seco.

 

 

Secas sus raíces, ramas y tronco.
Pero todavía erguido presume de fuerte y aguanta lluvias, vientos y nevadas.

 

 

 

Esto pocos son los seres que lo pueden hacer, la mayoría se corrompen y destruyen en poco tiempo. Pero él  ahí está…ahí está viendo pasar el río, las nubes y el tiempo.
El tiempo pasa para todo sin descanso ni piedad, el sigue su eterno tic  tac … tic tac y más pronto que tarde a todos nos secará y nadie se podrá escapar, si acaso algún alma y nada más.
Vive, mientras puedas vive.
Fue tan fuerte y alto que  nadie se le podía comparar. Era altivo guardian del camino, de la montaña y la ribera, en sus cacerías las águilas lo elegían como lugar de descanso, convivía con las nubes y las estrellas, con el sol y las nieblas.
Era arte y parte de todo lo demás.
No sabemos muy bien porque se le acabó, pero nadie le puede devolver la vida, ni tú, ni yo, ni nadie,  pero lo que podemos hacer es recordarle como fue, ahora mi mirada ve los dos. El que fue y el que es, así es la existencia en todo ser, verde y lozano o triste y sin color, uno, otro y los dos.
Le llegó la hora…ya nadie los puede comparar. Su deterioro ya es eminente y aunque erguido poco a poco le llega su fin. No fue una racha de viento ni el hacha de un leñador, solo fue el tiempo. La vida y la muerte van de la mano, solo las separa el tiempo, un tiempo que nunca se para…
tic tac…tic tac.