“CUANDO TU TE HAYAS IDO…”

 

          “Cuando tú te hayas ido…” querida trucha fario; cuando las aguas por ti habitadas se deslicen muertas y las riberas y cauces de los ríos te sirvan solamente de enorme y anónimo monumento funerario; cuando los humanos hayamos conseguido el glorioso objetivo de la total contaminación fluvial; cuando hayas sucumbido ahogada por falta de oxígeno, sacrificada en pro de la buena mesa y esquilmada por todos los oportunistas que aprovecharon tu sabor, tu precio y tu belleza o te tomaron como motivo para su oficio o como disculpa para conseguir una posición social relevante.
 Cuando las normas que regulan tu posesión o disfrute ya no tengan objeto; cuando nuestros aparejos, carretes, cañas, moscas, etc. ya no tengan destino; cuando estén clausuradas todas las piscifactorías a ti dedicadas, por haber fracasado en el loable intento de conservación de la especie; cuando no se pueda jugar ya con las cisternas al trasvase de truchas libres hacia los acotados, piscifactoría u otros lugares anónimos, colaborando (sin querer o sin saber) a su exterminación, ya que su manipulación en ciertas épocas parece producir una gran mortandad (que se oculta a la opinión pública); cuando ningún organismo (por oficial que este sea) pueda enseñar ya, masiva y públicamente, el procedimiento ideal para el fomento del furtivismo actual, como lo es la pesca eléctrica (la silla eléctrica para la truchas, no para su inventor ni para sus discípulos).
 Nada hay mas eficaz, limpio, productivo y rápido para despoblar los ríos, sin necesidad de envenenarlos; cuando todas las Confederaciones (por Hidrográficas que sean) resulten innecesarias para mantener el caudal ecológico de los ríos trucheros, puesto que estos ya no lo serán y, entonces, lo mismo dará un caudal que otro; cuando no haya lugar para ningún Consejo de Pesca que nos guíe hacia el probable desastre; cuando el virus de la saprolegnia haya desaparecido por inanición, al no encontrar ya pez o trucha al que agarrarse para proliferar; cuando para beber agua limpia sea necesario abrir la boca al máximo colocándola en dirección al cielo, si llueve;
cuando el cloro sea de obligatorio y masivo consumo diario, para evitar epidemias; cuando los envenenamientos con lejía en los cursos de agua tengan el mismo objeto que el tan conocido refrán de “pan con pan…”, ya que estas aguas contendrán tanto cloro como la misma lejía; cuando ya no se sepa lo que es pescar a mano, por desuso, y porque nadie se atreverá a introducirse en las aguas de ningún río, so pena de contraer infecciones sin cuento; cuando no exista ya polémica sobre la mayor deportividad de la pesca a la mosca (ahogada o seca), la cucharilla o el cebo natural; cuando los expendedores de licencias ya no sean necesarios; cuando la guardería de pesca haya tenido que inscribirse en el paro o cambiado de función;
 cuando sus dirigentes estén ya convencidos de que la conservación de la especie no depende de la presión (o represión) ejercida sobre el pescador de caña, a través de algunos de sus guardas; cuando algunos hayan olvidado la creencia tan generalizada de ser los dueños de los cauces fluviales; cuando los fabricantes de artículos para la pesca hayan tenido que reconvertir sus industrias; en fin, cuando las (los) VEDAS sólo recuerden a libros sagrados de La India; las tallas a trabajos labrados en madera; las cañas a la cerveza; las cuerdas a sogas o maromas; las cucharillas a cubiertos para el café; las nasas a narices enormes; las moscas a las del ganado o la carne; los fregones a hombres que tienen por oficio fregar; las garrafas a envases de cristal forrados de mimbre; las banderilla a banderas pequeñas; las echadas a mujeres tumbadas; las tablas a la madera; las mangas a cualquier prenda de vestir; una picada a un espacio en las romanas antiguas; sereno a la autoridad nocturna que también ha sido exterminada en las ciudades; un revolcón a una peripecia del amor; pez al que llevan las botas de vino; cebadero a una granja; chorrera a la grasa que se desliza de nuestros labios al comer; sarnosa nos recordará a una hembra de mamífero que padezca sarna; indio a un piel roja; pardo al color de un asno; palometa a un pescado de mar; sedal donde se fabrica o almacena seda. Sin hablar de colas de rata, sangre de toro, verde oliva, corzuno, etc. etc. etc.
Nombres todos abocados al olvido de sus significados en pesca, que quedarán enterrados e ignorados, cubiertos para siempre por el mismo moho maligno que acabará contigo en todos los frezaderos de agua contaminada y escasa, sin oxígeno suficiente para que puedas sobrevivir, aunque esa supervivencia fuera sólamente para morir con elegancia, luchando bravamente al extremo de un sedal.

“Cuando tú te hayas ido…”, al igual que en la sentimental canción de Alberto Cortez, “nos envolverán las sombras” a todos los que verdaderamente te amamos.

Por Ordoño Llamas Gil –  20-11-89