La luna llena, preludio de la luna azul que nos espera para el 31 de este mes, nos advertía que la actividad de los peces sería prácticamente nula. También un río con un caudal bajo mínimos nos hacía presagiar la peor de las jornadas.
Así, con estas premisas, Joaquín y el que suscribe nos aventuramos a pescar la parte alta del Curueño. A su orilla se respira tranquilidad y armonía donde sus aguas es lo único que se escucha. Paisaje espectacular entre montañas y un río que empieza acusar la sequía y los regadíos incontrolados.
Este bello río siempre es un placer pescarlo aun sabiendo que es muy técnico y las truchas muy esquivas, pero con una librea espectacular. Puestos a la faena nos percatamos que no iba ser tarea fácil, pero animándonos entre nosotros empezamos a buscarlas entre corrientes y salgueras, pronto Joaquín, demostrando su habilidad para posar la mosca, clavó una entre sombras y ramaje que le acabo rompiendo el bajo.
Esto nos activó y poco a poco fuimos recorriendo río, pescando y comentando la “jugada”. Mi compañero, que es un reconocido montador de moscas y uno de los pioneros en nuestro país en la pesca a mosca con cola de rata, al llegar a la zona más correntosa, puso un trico y consiguió engañar a unas cuantas seguidas.
Como verdaderos “pescopatas”, a píe de río y a más de mil metros de altura sobre el nivel del mar, comimos el bocadillo y seguimos pescando. Cierto es que las truchas nos lo pusieron difícil,  pero la jornada resultó satisfactoria y entretenida.

 

Repetiremos.