DEBAJO DE CADA PUENTE HAY UNA TRUCHA.

Por  Javier Reyero.

Por alguna curiosa razón, el binomio “puente-trucha” parece indisoluble en todos nuestros ríos trucheros. O así debiera de ser.
Por alguna razón desconocida, quizás a modo de maldición, o quizás como tributo por la traición al ancestral pacto entre pescadores y truchas en que se comprometían a respetarse mutuamente y por siempre, debajo del puente de San Marcos no habitan las truchas.
Histórico y simbólico puente para unir las dos márgenes del río Bernesga a su paso por la capital del antiguo reino de la trucha, León. Pero también fue, y es, nexo de unión de otras muchas cosas.
Si las truchas habitaran bajo las piedras de sus arcos, las más insignes personalidades que buscan alojamiento en el plateresco Parador San Marcos, podrían disfrutar de su visión y publicitar la majestuosidad de sus truchas y pureza de sus aguas en la vuelta a sus hogares, y no del abandono, suciedad y basuras acumuladas en el cauce del río Bernesga.
Al igual que los innumerables peregrinos del Camino de Santiago en su paso obligado por este puente. Igualmente, podrían contar que en su peregrinaje, descubrieron una provincia en la que los ríos estaban habitados por truchas bravas, puras y naturales. Desde su entrada en la provincia, por el este, vadeando el río Cea en Sahagún, hasta su salida de la provincia, por el oeste, cruzando los últimos puentes en tierras bercianas, pasos sobre el río Burbia o el Valcarce. Tampoco podrían olvidar de contar que por otros puentes no menos imponentes, atravesaron el Gran Padre Esla en Mansilla de las Mulas, el río Porma en el Puente Villarente o el río Órbigo en Hospital de Órbigo. Y todos ellos habitados por maravillosas truchas.
Si hubiera truchas bajo la sombra del puente de San Marcos, en el río Bernesga, los tradicionales pescadores leoneses podrían volver a sus orillas, a pescar a la manera tradicional leonesa, como hicieron toda su vida desde hace mucho tiempo atrás y así quedó escrito en libros como el Manuscrito de Astorga. Así, cuando la figura de algún pescador del viejo reino de León acudiera a la orilla del Bernesga, a pescar, debajo del puente de San Marcos, no sería visto por los vecinos viandantes como un “marciano” o un “bicho raro” por su rareza o vergüenza de seguir pescando con un arte envidiado en el resto del mundo.
Y si hubiera truchas debajo del puente de San Marcos, alguna personalidad relevante mirando hacia el río a través de los ventanales de la torre del Parador, un peregrino haciendo descanso obligado en su paso sobre el río Bernesga, un vecino viandante sin extrañarse de ver un pescador, intentando pescar, bajo el puente, y un pescador recuperara el tradicional arte de la pesca a la leonesa y fuera de nuevo fiel al ancestral pacto con las truchas recordado en parte por nuevas leyes, quizás y solo quizás, las truchas habitarían bajo el puente de San Marcos.
Entonces, el pescador vería a esas truchas cebarse en superficie, armaría la caña y ataría los aparejos, se pondría a pescar y disfrutar hasta el éxtasis de la captura, sin apenas moverse, de media docena de truchas de variado tamaño. Todas pescadas vareando la difícil echada con las más tradicionales moscas leonesas, en el lugar más simbólico del río Bernesga a su paso por León, capital del antiguo reino truchero.
Y deberíamos tener cuidado, pues en ocasiones los escritos pueden convertirse en realidad, y las fotos que acompañan este escrito no serían la ilusión de algún programa de retoque fotográfico. Espero que lean con cuidado estas letras, y los que así lo hagan sigan el sabio consejo dado hace mucho tiempo por una dama pescadora:
“…no se debe usar lo aquí mencionado por codicia…debes usarlo para tu diversión y procurar la salud de tu cuerpo y más especialmente, de tu alma…”
pues sólo los ignorantes creerán poder obtener truchas sin dar nada a cambio. Las truchas han dado el primer paso, ¿estaremos los leoneses capacitados para responder a esta oportunidad?…
Redacción y fotografía.- Javier Reyero de Prado