No sé el porqué, pero no me gustan muchas de las fotografías de truchas que se publican, unas por ser muy evidente su mala manipulación y otras por ser auténticos monstruos, aunque todas ellas sean devueltas a su medio.
Pero deseo aclarar estas palabras. Hay fotografías que a la vista está su mala manipulación; colocadas en el suelo, sujetas con fuerza e incluso cogidas con los dedos por las agallas. Creo que no es necesaria su publicación, así como tampoco las de esas truchas enormes, casi todas de afuera de nuestras fronteras, con dientes que para sí quisieran algunos animales salvajes de cuatro patas.
Conozco bien la sensación del pescador, el Trofeo conseguido, pero hombre, no quiero ofender a nadie, solo faltaba eso, me alegro de vuestras magníficas capturas, pero esas truchas, unas y otras, son las joyas de nuestros ríos, pero son muy frágiles y debemos tratar de cuidar con esmero antes de devolverlas al agua para que sigan viviendo y continuar dando alegrías a los pescadores.

 

Yo también soy reo de estas palabras, hubo un tiempo que pensaba distinto, cuantas más y mayores mejor, pero seguramente estaba equivocado. Alguna guardo entre mis archivos, pero ahora hace mucho tiempo que no visito esas fotos, su visión me transporta a otros tiempos  que no quiero revivir.
Ahora, al pasar del tiempo, estoy en otra “onda” alejado de triunfalismos y de las grandes pretensiones de la pesca. Prefiero disfrutar de la naturaleza pescando y gozar de los pequeños detalles, no necesito de grandes peces y mucho menos fotografiarlos con el consiguiente riesgo de aplicar una manipulación incorrecta y dañar a ese ser que me transporta el mundo mágico de la pesca.
Por eso hoy quiero recordar dos grandes artículos;
La trucha, el perro y el pescador. (Vanessa Prado Vargas)
Lo que me dijo una trucha en el río. (Carlos Espejo Saavedra)
Ambos con cierta similitud, uno escrito con la sensibilidad de una mujer, el otro bajo la pluma de un buen pescador que siente el río y a quien le habita como principal objetivo. Tomaros vuestro tiempo, parecen cuentos infantiles, pero no, son diálogos entre la trucha y nosotros que muchas veces hemos imaginado sentir  cuando nos quedamos solos.
Ellas nos están viendo,  camufladas en esos espejos relucientes sobre el agua que nos impiden verlas, nos indican lo que desean,  que se mire por ellas, que se libre de obstáculos imposibles de remontar, de impurezas, ellas nos recompensarán con nuevas generaciones de descendientes,  de lo contrario será el fin de esta especie querida, que nos divierte. Escuchad sus lamentos porque si no lo hacemos podemos dar con el fin de un ser maravilloso que nos hace soñar y disfrutar.
Ya que os conformáis con llevar simplemente una foto de vuestro trofeo, hacerla bien, ser cuidadosos con la manipulación, garantizar su supervivencia y disfrutar.
 Buena pesca.