Aunque las puestas hayan sido perfectas, nada esta hecho, todo depende de que la climatología sea propicia para llevar adelante la cría con éxito.
Las truchas realizan sus frezaderos en aguas someras y de poca corriente. Los huevos no están enterrados a mucha profundidad ya que el agua debe de circular entre las gravas para proporcionar oxigeno a los embriones y esto hace que el nido sea muy vulnerable.
Si el caudal baja excesivamente muchos frezaderos se perderán por quedar al intemperie. Si por lo contrario se producen grandes riadas, por lluvia y deshielo, los nidos se destruirán con la consiguiente pérdida del anual alevinaje. Un fregón no es más que cascajo suelto y si un rió mueve peñascos de toneladas de peso, un poco de grava la arrastrará y se perderá aguas a bajo. Cierto que el instinto de las truchas les permite elegir las circunstancias idóneas para la puesta, pero la naturaleza, aunque no tiene prisa, sigue otros designios y si las variaciones citadas anteriormente se producen cuando la puesta esta hecha, se acabo.
 
Una cosa son crecidas y otras son riadas. 
 
Esperemos que el deshielo de la nieve acumulada sea lento, porque si la lluvias o las temperaturas fueran elevadas se formarían grandes avenidas de agua nada beneficiosas para las frezas en marcha.
Esto lógicamente no es bueno, pero no acabará con las truchas, llevan soportando esto desde siempre y ahí están, nunca se pierde todo ni en todos los ríos, forman parte de la naturaleza que evoluciona por ciclos.

 

No son las riadas las que acabarán con los peces, si no nosotros, con nuestro desorden progresista y desprecio a la naturaleza.