Era un día cualquiera de Junio, tocaba ir cerca, no tenia mucho tiempo disponible para la pesca y decidí salir ahí mismo… al lado de casa, caminé sobre 200 m. río arriba por un sendero que frecuento y que me acerca al lugar elegido. Me puse a la faena.
Conozco este tramo de río como la palma de mi mano, no en vano llevo conviviendo con el más de 40 años. Lo viví como un vergel, limpio y lleno de vida, y ahora este tramo, regulado por una mini-central con la presa en el puente que va al pueblo de Orzonaga, está biológicamente muerto.
Fui a tiro fijo, sabía de dos truchas que se posicionaban bajo una rama medio seca de una salguera, pero al llegar al lugar me encontré con la sorpresa de que la rama seca ya no estaba y ahora la corriente se me presentaba  despejada. Miré, escudriñe bien la zona, pero nada, ni rastro de mis amigas. Sospeche que alguien, seguramente, cansado de enganchar en la rama la había quitado del medio y las truchas desconfiadas habían cambiado de lugar. Sentí un poco de tristeza al perder esa referencia, entiendo que nos acostumbramos a lo conocido, y aunque era difícil de pescar siempre me encontraba a gusto y solía tener alguna que otra sorpresa agradable. Seguí río arriba y pescando al agua, pero no conseguí nada más que una subida sin ningún resultado.
Lo dicho, en este tramo se cuentan las truchas con dedos de las manos. Que pena y que asco de central.

 

Pero el río están generoso que siempre te tiene algo preparado, y ahí estaba, en medio y mitad de la pared rocosa esa planta que nacida de la nada animaba el lugar, las flores del diente de león son de un amarillo tan vibrante que no te queda otra que verlas, luego observas sus verdes hojas dentadas y recuerdas leer en algún libro sus muchas y beneficiosas propiedades. La miro y admiro por momentos aunque se que se trata de una especie extremadamente abundante y que se da en cualquier lugar. Si no estuviera allí jamás repararía en ella…entonces que hacía allí?, ah…claro… estaba solitaria en medio de la roca para decirme que lo importante es estar y ahí ofrecer lo mejor de uno mismo. Con ese pensamiento seguí pescando y me olvidé de la maldita central.
 Nada pesqué, pero volveré.
 
Fotografía y redacción.- Territorio Pesca.