Pescando en las Hoces.
Suena el despertador, me siento agotado, son las siete de la mañana. Sin embargo, solo pensar en el río, se me activa un plus de energía positiva y es como si fuera la chispa de la vida que enciende el fuego creador de la libertad y la fantasía.
 La metamorfosis se incrementa con la ducha y un café calentito con galletas de coco. Me vengo arriba. Esto es cuestión de ritmo, lo sé de siempre. Ya estamos en marcha.
 He creído, también, desde siempre que estas jornadas de pesca son un regalo de la vida, por tanto, debemos disfrutarlas y también agradecerlas. Y no estoy haciendo alusión a nada prodigioso, sino, simplemente, al goce y respeto por la naturaleza.
 A la hora prevista, después de desearnos buen día, arrancamos dirección Torío. El plan diseñado el día anterior se pone en marcha justo cuando los primeros rayos del sol asoman tímidos entren las nubes, Carlos conduce tranquilo, es sereno y esto da muy buenos resultadas en casi toda las actividades, en la pesca también.
 El río Torío discurre a la vera de la carretera, unas veces a la izquierda y otras por la derecha, baja perfecto de caudal y el agua clara, esto nos da confianza. Ya estamos en el pequeño paraíso de las Hoces de Vegacervera, que es un largo desfiladero donde el cauce del río va serpenteando encajonado entre paredones de más de cien metros de altura horadando lentamente la montaña, aquí el río es una autentica maravilla de la naturaleza y un paraíso de pescadores con truchas bravas y dificultosa pesca.
Creo que aprendemos con el tiempo a ser virtuosos de nuestro sistema, en este  caso, la pesca a la leonesa. Rastro, boya, ahogada, semiahogada, semibailarina y bailarina dan muchísimo juego a la imaginación. Pescar truchas con una cuerda de moscas, es simple, como tocar un instrumento, cada vez lo sientes mejor y más preciso, la música de fondo la pone el murmullo del agua pero si no te afanas en el ritmo fallará la combinatoria y los desafines siempre vendrán de tu lado y esto, amigo mío, el río lo acusa y la trucha se alerta.
 Los mosquitos bien estirados derivan por la corriente….rastreando…retando, a la altura de las rocas que embocan el pozo, un toque suave llega a mis dedos, mi intuición me dice que es una trucha y el corazón comienza a trabajar con aceleración. Con un toque seco la clavo… ¡eh…compi al loro que ya se mueven!…la suelto con delicadeza…y empieza el frenesí…siento de lejos a mi compañero.…una curiosa…en toda la corriente a la sarnosa,…bien…bien. Las picadas se suceden…mucha trucha pequeña…es lo que hay. Pronto llego a un tramo que el río te encajona contra la montaña y tienes que andar saltando de roca en roca o trepar por la ladera, esto es cansado, los espinos y salgueras también complican la pesca, pero ahí entre maleza y roca es donde están las grandes pintonas. Ese pozo en el que está Carlos bien lo conozco, ahí casi siempre hay agradables sorpresas…uf…que picada, dice mi compañero, justo donde hace el remolino la corriente al chocar con la gran roca aposentada en el medio del río, aguanta como puede sus embestidas y me da una voz, una grande… trae la cámara, poso la caña y presto me acerco.
 La consigue orillar, andará por los dos kilos, buena pieza para este río. Esta situado en un alto y es difícil manejarla, por consiguiente baja como puede y tras una ardua pelea acaba en la sacadera. Nosotros, en el río, nos ayudamos en todo menos en cobrar las truchas…dos contra uno…como que no, pensamos que esto no es un deporte de equipo, de compañerismo sí, pero a la trucha debemos de darle sus oportunidades. La estiramos en la sacadera y da más de tres cuartas, buena pieza para este río. Estos momentos son tan mágicos que cuando la ves irse de nuevo hacia el pozo es como si estuvieras en otra dimensión. Gracias pintona…hasta la próxima. Es una gozada compañero.
 Llegamos al final del recorrido, ya no podemos avanzar más. Recogemos las cañas y hacemos memoria…creo que en total engatille siete, dice mi compañero, pues yo más o menos. Enganchones, resbalones, pescadas y escapadas hacen de centro de conversación…luego compartimos bocadillo en este paraíso natural,…y pienso, pensamos que no hay nada igual.