Con la complicidad de la mañana me aventura en solitario a una nueva jornada de pesca. El Porma es uno de esos ríos que da lo mejor de sí a finales de temporada, cuando las aguas regresan a su caudal natural, pero este año las circunstancias de la sequía obligan a verter un mínimo caudal, 2,14 m3s, que para un cauce como el de este río es muy poco caudal y las zonas de pesca se reducen.

La ventaja de estos caudales tan bajos es que puedes pescar al agua en las corrientes y en las salidas de los pozos, así que a falta de cebadas fue el sistema que apliqué. Río arriba, pescando, observando…gozando. Un lance, otro…y muchos más, hasta que, al finalizar una corriente, con ímpetu e inesperadamente, una preciosa trucha cogió la mosca…mágicos momentos, intimo baile y pronto sonrío ante su libertad.

Un mosquito, en la vegetación de la ribera, pelea por zafarse de la tela de una araña, ella espera paciente que se rinda, fotografío el instante y reanudo los lances. Otro pescador a lo lejos me saluda, le correspondo y sigo pescando. El río tiene magia, lo sé, y creo que su truco está en esos pequeños detalles que se convierten en grandes momentos para tu corazón. Solo por eso la pesca merece la pena.

Difícil explicar con palabras como esos instantes mágicos te llegan al alma.