R e c u e r d o s.  

Recuerdo mis juegos a orillas del río Neira mientras mi madre junto con otras mujeres escurrían la colada con sus propias manos, restregaban una y otra vez la ropa sobre la tabla con un jabón casero y la espuma se escapaba río abajo.
Recuerdo que nunca me aburría y con siete años ya andaba detrás de las anguilas, cangrejos, escallos y truchas por un río limpio y cristalino.
La pesca era otro juego más, con mis katiuskas que como me eran un poco grandes me comían los calcetines al caminar, mi cañita de bambú de poco más de 2 m. de la que colgaba un aparejo compuesto por la mitad cuerda de cáñamo y la otra sedal, un par de plomos artesanales y un anzuelo que para la lombriz iba bien pero para el gusarapín y la remisca era un poquito grande, para taparlo necesitaba hasta tres bichitos, se me olvidaba la gorra…era una visera de papel acartonado, de propaganda de chocolates Carmiña, que se sujetaba con una goma a la cabeza, con todo eso jugaba pescando. 

Recuerdo con nostalgia aquella primera trucha que se me escapó por que mi padre no quiso ayudarme, diciéndome que cada uno se las tiene que valer por si mismo y que dos pescadores para una trucha era una pelea desigual. 
También recuerdo lo lioso que era insertar la lombriz y los otros cebos que también mi padre me explicó como se enfilaban pero jamás me coloco un cebo en el anzuelo, cosas estas que entonces no entendí muy bien y que hoy agradezco, gracias padre por eso y por todo lo demás. 
Un día le comenté que había visto una anguila que se escondía debajo de una piedra cerca de donde las mujeres lavaban, y como ya pescaba escallos, me dijo que le pusiera las tripas de carnada y …zas… anguila para el prado…mi madre y las demás me elogiaron, me sentí muy contento y pescador. Fue mi primera captura importante.


Neira, Sarría, Tordeo y Mazandán estáis en mi recuerdo.