Remontar o morir 

 

Con el frío invierno llegó el momento del remonte, había que llegar a la cabecera del río para desovar, era la época de la freza
El instinto de procrear se puso en movimiento en las pocas truchas que habían superado la sequía y la persecución de toda clase de depredadores.
Pero sus penurias y contratiempos continuarían. Al pasar cerca de los pueblos se encontraron contaminación y basura, también furtivos que las acosaban y trampas en forma de muros de presas que les impidieron el remonte.
Fueron muchas las que se quedaron por el camino, pero no era hora de esperas ni lamentaciones… había que seguir. A medio río tan solo unas pocas pintonas navegaban. Sabían que tenían que continuar su viaje aunque en ello les fuera la vida. 
Pero llegaron a un lugar donde sus intentos de remonte fueron todos fallidos, las escalas no cumplían las normas y el muro de hormigón y hierro se torno infranqueable, encarcelándolas allí para siempre. Las huevas se les enquistaron en sus cuerpos. El oxigeno puro de la alta montaña ya no pasaría por sus agallas jamás. Los tiempos pasaron tétricos en una cárcel mortal, invariable y artificial. El tiempo se paró, el tedio y el abatimiento se hicieron dueños del lugar. Los seres vivos se dejaron transmutar y sus vidas se limitaron al sustento y la espera. Trascurrieron muchas temporadas, nadie lo puede saber. Ahora, después de tanto tiempo, ya no saben si son truchas o que peces son, ya no conservan su instinto, no pueden remontar. 
No son libres…todo les da igual. Solo esperaran la muerte o que una gran crecida se llevé aquel muro para siempre.  Este aprovechamiento desmedido de los recursos hídricos ha saturado a los ríos del norte peninsular con toda clase de infraestructuras, perjudicando notablemente el paisaje fluvial y los peces, pero en especial a las truchas que necesitan ascender río arriba en busca de los frezaderos para completar su ciclo reproductor.

 

Un calambrazo las dejó flotando, mientras sus entrañas retemblaban y el dolor les nublaba la vista, observaron como las recogían en una sacadera y las
transportaban a otro lugar, supieron que era el fin y se abandonaron,  pensaron que era mejor morir que vivir humilladas en un destierro cualquiera y se fueron con sus antepasados para siempre.