Tenkara, otra forma de pescar.

He decidido contarlo por si alguno está en el debate de cuál de todas las técnicas de pesca es la más hermosa y atractiva. En la variedad está la libertad de elegir, es algo personal que tiene que ver con el gusto, el estilo y el disfrute de cada uno.

Territorio Pesca

Aunque mis relatos siempre pretenden reflejar más sentimientos que sabidurías, no podemos olvidar que la pesca de la trucha siempre presenta dificultades que hay que superar.  Cuando viajo en el tiempo y repaso el camino andado me doy cuenta que me entretuve mucho entre carretes, señuelos, líneas, sedas y técnicas. Me distraje con modas que me seducían, pero al mismo tiempo me alejaban de lo sencillo y natural. Reconozco que tuve momentos de desconcierto, principalmente cuando pescaba en pequeños ríos de montaña donde no hay que lanzar lejos ni hace falta gran vadeo, era mi culpa, lo sé, me había olvidado de las primeras enseñanzas; recrearse en la naturaleza, pescar fácil y sencillo. Así que cuando, gracias al tenkara, recupere la simplicidad en la pesca fue como si un gran peso se me quitara de encima.

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Pescar truchas salvajes en esos riachuelos que conducen al valle con la simplicidad de una caña desnuda, un bajo y una mosca, es tan gratificante como armonioso. No es al sistema japonés del tenkara puro, es una adaptación a mi gusto y manera. La caña es de tenkara y la línea también, aunque más corta y las moscas son ahogadas, bailarinas o secas según presuma la postura. Eficacia y sencillez. No es necesario lanzar a más y más metros, ni acertar con la caña, la línea o el carrete, solo tienes que estirar la caña, poner en el bajo de una línea fija una mosca y a pescar. En ese descubrimiento, encontré una manera completamente nueva de ver y sentir un mundo del que antes había renegado.

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Ahora, seguramente por lo que me satisface, tengo la sensación de ser mi propio maestro, he pescado muchas truchas con mi caña de tenkara en todos esos arroyos salvajes, pero mi satisfacción no es cuantas, no, si no como; como emboco el sendero, como disfruto del arroyo, como vivo la montaña, como cogen esa mosca que las provoca, que la poso y reposo con precisión. Unas veces la atrapan con ímpetu y otras la toman con suavidad, y ahí, en ese instante de la toma doy un simple toque de muñeca y a bailar. Así que mi pesca siempre tiene conexión con lo que siento, pienso y hago. Sereno, tranquilo, así sé que estoy en el camino apropiado, seguro y en paz. Cuando te sientes así, sabiendo a dónde vas, no hay tiempo perdido en el pescar.

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No olvidaré la primera vez que pesqué de esta manera. Era media mañana y en el alto Torío soplaba un viento helador, lo que dificultaba mucho los lances. Apoyado en una roca de la orilla, con la caña dispuesta, observaba como varias truchas se cebaban por delante de mí, entre una corriente y el agua más remansada de la ribera contraria. Dos aves rapaces sobrevolaban las montañas, mientras a mi alrededor todo era calma, pero todo eso pronto quedaría solo en el recuerdo. Fue como si lo hubiese soñado…lancé contra el viento que agitaba las hojas de las salgueras y la mosca, como caída del cielo, fue a posarse donde coincidió. Nada esperaba que sucediera, pero no había navegado un metro cuando, con un ímpetu inusitado, una preciosa y salvaje trucha atrapó mi mosca y dio comienzo uno de los mejores días de mi vida como pescador. Fueron muchas, no sé cuántas, pero cada una que pescaba, me reafirmaba en la elegancia y sencillez de esta forma de pescar.