La Torre de Órdas. 
Allí, como vigilando la ribera, nos recibió este singular torreón.
Esta torre de forma cilíndrica, con aspecto militar y que apunta a un cielo nublado, nos acompañó en toda nuestra jornada de pesca. Levantada sobre los restos de otra fortaleza, de origen desconocido, en el siglo XIV por el Mayor del Reino de León D. Pedro Suárez de Quiñones, con más de 20 m de altura, domina toda la parte final del carismático río Luna antes de encontrarse con el Omaña y juntos formar el río Órbigo. Esta singular torre que está construida en mampostería, mortero y piedra de sillería en columnas y ventanas, alberga una leyenda trágica y sangrienta aunque con más fábula que realidad.
Nos encontramos un río Luna muy corto de agua y con muy poca actividad.
 Al principio movimos alguna a ninfa, en los pocos pozos que sus mermadas aguas nos ofrecían, para pronto dejar de picar.
Luego, de un largo descanso y el correspondiente bocadillo, montamos la seca y comenzamos a pasear la mosca por todas las posturas que nos encontrábamos, pero el resultado poco mejoró.
También nos topamos con sorpresas, no sabemos bien si es un pastor o una señal de gálibo para regular la altura de la aleta dorsal en la circulación de los peces.
En un muy mermado caudal, entre piedras y algas, vimos mucho cadáver de cangrejo señal y también alguno vivo portando parasitos en la parte interior de las pinzas y al final de la cola.
Con el cielo todo encapotado y amenazando tormenta, sorprendentemente, se empezaron a mostrar en superficie, no fue mucho tiempo, pero el suficiente para comprobar que algunas de nuestras moscas si pescan en este río.
Así fue que, con el eco de unos truenos lejanos, nos despedimos de este río en el que su regulación convierte muchas jornadas de pesca en una lotería.