Recuerdos y sensaciones a la orilla del río
José Mª Villarroel Díez (CHEMA)

 

Con la vieja bota al hombro

 

Cuando vamos de pesca todos solemos llevar nuestros bártulos según la modalidad que pesquemos, cañas carretes, moscas, cajas, y un sinfín de «telares» que la mayoría de las veces ni utilizamos, pero hay bártulos que son un complemento casi indispensable en nuestra actividad y que muchas veces los pasamos por alto. Hace ya algunos cuantos años un complemento indispensable en los «telares» de casi cualquier pescador era esa vieja bota de vino, colgada al hombro del paisano iba a todas partes con él en sus innumerables jornadas de pesca. Al ver por el río a alguien con la bota colgada junto a su cesta invitaba a entablar una conversación amena con su dueño, pues al saludarle y al hacer la típica pregunta de ¿qué, pican o no? la respuesta era casi inmediata pues… no están por la labor… Y es que tal o cual ¿quiere un traguete de la bota? y de esa manera con la excusa del traguin de buen vino fresco la conversación seguía en una forma amigable.
Casi todas por no decir todas la cuadrillas tenían «su bota» y a la hora del bocata se sentaban en una piedra a la orilla del río y entre risas y conversaciones la amistad se dejaba notar y el elemento más común era esa bota a la que todos le daban un buen apretón, apagaba la sed de todos ellos y era muy querida y apreciada por esa cuadrilla.  La bota de vino es tan típica de España como el botijo o la tortilla de patata y en la pesca no podía faltar nunca, hoy en día el ver a un pescador con una bota de vino colgada al hombro es muy difícil pues algunos al ver de esa guisa al paisanin le tacharían de borracho o loco,(en alguna ocasión he oído la palabra borracho en forma despectiva cuando alguien ve a otro con esa bota) más que loco yo lo calificaría de romántico pues un pescador con su bota no deja de ser la viva estampa del pescador más tradicional.Al calor amigable de la bota se suceden a veces bonitas historias de pesca, anécdotas contadas por su dueño que te hacen vivir y sentir la pesca de la forma más tradicional y emocional, una bota invita ya de por sí a la tertulia sobretodo en esas tardes calurosas de junio, la bota tiene algo especial que muchas veces no percibimos y si alguien nos la ofrece aunque no nos guste el «mol» como es mi caso no debemos despreciarla y es casi obligación el pegarle un buen apretón, pues seguro que después de echarle un traguete se sucederá una conversación que puede ser inolvidable y emocionante. La bota ha sido desde siempre uno de los complementos más característicos del pescador y en estos tiempos se ha dejado en desuso el llevarla colgada al hombro.
Hoy la gente va más a comer al restaurante o come al lado del coche, pero hubo un tiempo en el que el bocata de tortilla patata iba en la cesta y cuando te entraba el hambre te sentabas en esa piedrona de la orilla con tu cuadrilla y la bota estaba siempre presente, pues las historias contadas al amor de la bota de vino eran de otra forma. Hoy esta vieja estampa casi ya no se ve por el río pero todavía queda algún paisanin que al lado de su cesta cuelga su vieja bota, amiga de mil y una vivencia y emociones por eso cada vez que veamos a alguien por el río con ella saludémosle y si nos la ofrece peguémosle un apretón iniciando una conversación que seguro nos entusiasmará. La bota vino ha sido compañera de muchos pescadores que ahora más por vergüenza que por otra cosa ya no se lleva colgada pero si hay alguien que la lleve que siga paseando por el río la más bella estampa del pescador tradicional con su vieja bota al hombro.