La  pintona  negra.

Ya nos conocíamos, la temporada pasada me rompió el bajo en una bonita y trepidante pelea después de ver su negrura cerca de mi sacadera, pero  esta vez la suerte estuvo de mi lado y a pesar de su salvaje fortaleza me permitió, después de un duro trajín, embocarla en una sacadera donde casi no cabía.

El día no iba mal, pescábamos a ninfa y poco a poco recorríamos un río ya en condiciones normales para la pesca. Truchas, aunque no muy grandes, iban saliendo, la jornada se presentó apacible y entretenida. Se, sabemos, que a veces es increíble lo que te puede deparar un día de pesca, sorpresas y acontecimientos inesperados. De vez en cuando algún mosquito, pardones sobretodo, nos indicaban que había eclosión y esto podía activar a nuestras amigas a comer en superficie, pero el tiempo fue pasando y nada…de “comer arriba” nada de nada. Seguimos, mi compañero Carlos y yo, pescando al hilo y esperando alguna cebada que nos hiciera cambiar  de modalidad.
Así fue que llegando a una tabla conocida vimos un par de cebadas y esto aceleró el cambió, montamos la seca rápidamente y nos pusimos a la faena.
Comenté que ahí el año pasado una buena trucha y negra como el carbón me había toreado bien para al final romperme el bajo y dejarme con la miel en los labios.
 
Tírala, que si es la misma no me quiero entrometer en cuentas pendientes…me dijo Carlos con su sonrisa y generosidad de siempre. Así que con la mosca más adecuada que me pareció me puse a lanzar, extrañamente y sin falso lances las posadas eran buenas a pesar de ser la primera vez de la temporada que pescaba a seca. La mosca, mecida por la corriente, bajaba provocativa, justo por donde hacía un momento una trucha, aparentemente grande, había comido con avidez un mosco natural. Cuando la mosca llegó al sitio exacto y después de una franca y estrepitosa  toma un pez grande emerge dando unos terribles coletazos en la superficie y así, con estos preámbulos, da comienzo el baile.
 Uf… es grande, a penas oí a Carlos. 
Me saca cola de rata y más cola, se mete en la corriente, se me descuelga, busca las salgueras…parezco un principiante o a la peor lo soy. Me doy cuenta que por muchas truchas que hayas pescado, por mucha experiencia que tengas, siempre hay alguna que te sorprende y en un principio no sabes muy bien que hacer. Pasados esos instantes de convulsión y animado por Carlos, me fui haciendo a la pelea, ahora si, este bonito ejemplar de fario tenía enfrente el pescador que se merecía. Sería la negra… y en mi pensamiento apareció el recuerdo de la otra vez que cuando le pareció dio unos trallazos en la superficie y se fue.
A trompicones consigo ponerme por debajo de ella y se va hacía la corriente nadando río arriba. Tengo tanta cola por el agua que es muy difícil gobernarla, bajo un poco la caña y trato de llevarla hacía el centro del río…uf, uf….se resiste. Es extraordinaria, salvaje, cabeza baja, cola casi en la superficie y arqueando su cuerpo con aleteo, ahora, lento pero incesante. Cuando le parece, de nuevo, media vuelta y trata de descolgarse, a recoger rápido y cortarle el paso…mantengo la calma  y trato de disfrutar del momento, pero no consigo procesar las sensaciones, me aviva el instinto y lo que hago es por acumulación de experiencias. 
 
Este es, sin dudarlo, el espectáculo mas bello con el que se puede encontrar pescador alguno.
 
Corriente y pozo, tiras y aflojas, ahora veo que la cuesta, la corriente y la tensión de la caña la obligan y cede, poco a poco va aflojando. Pasó un tiempo… no se cuanto, pero fue un disfrute total. Ahora si que hay que estar tranquilo, se por experiencia que en la traída es cuando más truchas se sueltan. La espero con la sacadera quieta y sumergida…a la primera adentro. Emocionante.
Foto rápida y al agua…adiós negra, hasta la próxima.
Por su pelea, bravura y porte bien se merece esta dedicatoria.